“Me voy con la conciencia tranquila”, asegura AMLO

Lentamente corrió las cortinillas que cubrían su retrato para develarlo. Satisfecho, miró su imagen, ya como parte de la historia del país y como colofón de una larga trayectoria política. Ayer, Andrés Manuel López Obrador, el mayor referente de la izquierda de las pasadas tres décadas en México y uno de los líderes más reputados de América Latina, dijo adiós a la vida pública.

En la Galería de los Presidentes de Palacio Nacional, la obra pintada al óleo resaltaba sobre la de sus antecesores, que en su momento posaron solitarios con gestos habituales –tocándose la barbilla, con un puño sobre la mesa, recargados sobre un atril–; en el suyo, el presidente no está solo, lo acompaña su pueblo.

En el retrato, el mandatario erguido en el balcón central del histórico recinto, bastón de mando en mano, con el símbolo indígena del habla (una vírgula) en su empuñadura a la altura de su corazón, la banda presidencial sobre el pecho; detrás, un Zócalo rebosante de gente, el pueblo que lo encumbró, que lo acompañó en su larga lucha y hasta lo rescató cuando parecía todo perdido.

15 de septiembre de 2024

Al fondo, la emblemática Torre Latinoamericana con una simbólica fecha: 15 de septiembre de 2024, su último Grito de Independencia.

¡Misión cumplida!, respondió a la cascada de preguntas de los reporteros tras develar su retrato, que desde ayer acompaña a los del resto de presidentes que han gobernado México en 200 años.

El paso de la historia le permitió cerrar con un último sello: los símbolos, tan indispensables para él. Su figura al óleo –autoría del artista plástico yucateco Jorge Ermilo Espinosa Torre, quien desde hace un año trabajaba en la obra– es la última de la cronología presidencial, que comienza con Guadalupe Victoria y concluye con el propio López Obrador.

El cuadro se colocó a un costado de los seis mandatarios que abrazaron el modelo neoliberal, incluidos Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón, y justo al lado del licenciado Peña, como siempre se refirió a su antecesor inmediato.

En seis años estará ahí la de Claudia (Sheinbaum), comentó López Obrador señalando el espacio reservado desde ahora para la primera presidenta de México.

Minutos antes, desde el salón Tesorería –espacio que López Obrador convirtió en este sexenio en el epicentro del ejercicio del poder–, resumió su legado: me dediqué a servir al pueblo.

Desde ahí resaltó el trato respetuoso que recibió de la desde hoy presidenta. A diferencia de la regla no escrita que durante décadas se daba a cada cambio de poder, cuando era habitual el rompimiento del mandatario entrante con el saliente: cualquier otro acomplejado, hombre o mujer, lo primero que hubiese hecho sería negarme o empezar con indirectas, a cuestionar lo que hemos conseguido entre todos, para diferenciarse, pintar su raya, rubricó con remitente un tanto incógnito.

Ayer se cumplieron mil 438 mañaneras y en la última del sexenio, una sui géneris, con cero preguntas, un apretado informe de las cifras socioeconómicas y de seguridad, una foto con la prensa y un concierto de son jarocho.

Estampó su firma en dos nuevas reformas constitucionales.

Rifó su reloj. Ironías del destino, a petición de presidente la reportera de Televisa revolvió la tómbola y eligió al afortunado: un youtuber fue el ganador. Diálogo circular.

El mandatario se presentó por última vez en el Salón Tesorería, desde donde como un maestro de orquesta, con batuta en mano, delineaba su personal estilo para gobernar y los nuevos tiempos del ejercicio del poder.

En ese espacio afrontó a los neoliberales, enfrentó su cruzada contra sus opositores, a diario reivindicó el papel del pueblo en la transformación, delineó las estrategias contra la pandemia, develó el pacto del bloque conservador para nombrar a Xóchitl Gálvez como su candidata presidencial, condujo y acotó los márgenes para la postulación de quien postularía Morena a la máxima magistratura, que concluyó con la elección de Sheinbaum.

Hacia el final, una sorpresa para el presidente que a lo largo de su mandato presumió saberlo prácticamente todo: un videoclip con una canción dedicada a su persona, Paloma, interpretado, entre otros, por la cantante Eugenia León y la compañera del mandatario, la académica Beatriz Gutiérrez Müller.

La letra y un cúmulo de imágenes que resumieron su vida en el servicio público desde 1976, y hasta postales de su juventud como estudiante universitario, develaron a un Andrés Manuel vulnerable, uno poco visto.

En un momento, el mandatario estuvo a punto de romperse, al borde de las lágrimas. Con algunos gestos, mientras escuchaba la interpretación, trató de esconder su nostalgia.

Sus secretarias de Seguridad, Gobernación y Cultura, Rosa Icela Rodríguez, Luisa María Alcalde y Alejandra Frausto, no escondieron su tristeza, el llanto apareció; los dos altos mandos de las fuerzas armadas, el general Luis Cresencio Sandoval y el almirante José Rafael Ojeda, como buenos elementos castrenses, hicieron lo posible por no mostrar sentimiento alguno; mientras el titular de los pueblos Indígenas, Adelfo Regino, miraba evasivo la escena. La canciller Alicia Bárcena, mostrando toda su experiencia, se mantuvo estoica sirviendo de dique para que el presidente no se rompiera.

El propio López Obrador cerró la última entrada con el vigésimo séptimo out mañanero (jugando al beis). Una imagen al final del video que se le dedicó, en lo alto de una pirámide, el presidente soltó: ¡Ahora sí, a La Chingada!, aludiendo a su quinta en Palenque, Chiapas, donde, ha dicho, se retirará.

Una voz ensalzó: dejará en la orfandad a simpatizantes y detractores. Ninguno como él.

El final del primer capítulo de la 4T se signó a las 5:37 de la tarde: López Obrador salió definitivamente de Palacio Nacional en una camioneta blanca, con rumbo a su departamento en la alcaldía Tlalpan, para este martes oficializar el revelo de estafeta.

¡Presidente, presidente!, corearon decenas de personas que esperaron por horas para verlo, sin importar la lluvia.

Una anciana y su nieto gritaron: Adiós, viejito. López Obrador respondió con un beso al aire. El niño abrazó a su abuela y ella, en medio del llanto, celebró: Nos alcanzamos a despedir

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