¿Cómo logró el pintor, muralista y escenógrafo mexicano Antonio Ruiz El Corcito (Texcoco, 1892 – Ciudad de México, 1964) a construir, con tanta monumentalidad, obras tan chiquitas
en formato, como La Malinche, tan llena de detalles pictóricos y tan reproducida? ¿De dónde venían sus estrategias para componer una escena pictórica tan compleja, tan detallada, tan llena de humor, de sátira y de muchos comentarios críticos sobre el México de la primera mitad del siglo XX?
Esas preguntas y sus claves están en su archivo, en su paso por Hollywood y por la arquitectura, cuando entendió cómo se diseñaban los espacios, o cómo en una obra teatral o en la danza, los escenarios eran tan importantes, lo mismo que los vestuarios, explica el curador Luis Vargas Santiago.
Así se delinea la exposición El Corcito, montajes y escenas del México moderno, que se presenta en el Museo Amparo tras dos años de un proceso que ha significado un arduo trabajo curatorial, de archivo, de quehacer científico y diálogo histórico, que dejan ver la vigencia de la obra de uno de los pintores más importantes de México, de quien se conmemoran, el 9 de octubre, 60 años de su fallecimiento.
Ramiro Martínez, director del recinto, detalló que la muestra reúne 49 pinturas, fotografías, bocetos, maquetas, dibujos, decoraciones, reproducciones y documentación del archivo personal de El Corcito, y revisita a este artista que fue menos visible que sus contemporáneos –Diego Rivera o Rufino Tamayo–, en un ejercicio que se da desde otro lugar (Puebla) que no es el centro
; es decir, la Ciudad de México.
Luisa Barrios, nieta de El Corcito, señaló que ese otro lugar también se ve representado en la fecha y lugar de nacimiento de su abuelo, pues se ha podido aclarar que nació en Texcoco, estado de México, el 2 se septiembre de 1892, y no en la capital del país, como se creía. Difícilmente decía que era texcocano por este centralismo que había en la Ciudad de México
, mencionó al lado de los curadores Dafne Cruz Porchini y Luis Vargas, miembros del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Dijo que fue huérfano a temprana edad y acogido por una familia adinerada que lo mandó a un colegio jesuita en Morelia, Michoacán, para luego, tras sus estudios y la protección de otra familia, irse a la Ciudad de México a estudiar de manera nocturna en la Academia de San Carlos, al lado de Miguel Covarrubias y Rufino Tamayo, como discípulo de artistas como Saturnino Herrán y Germán Gedovius, a la par de incursionar en la arquitectura gracias a su amistad con Carlos Lazo.
Barrios destacó el paso de su abuelo por Hollywood, donde quiso probar suerte y no le fue nada bien
, por lo que volvió a México y se estableció en Mixcoac, para luego participar en las Misiones Culturales lideradas por Adolfo Best Maugard, interesado en el lenguaje arquitectónico.
Asimismo, se refirió a la incursión de El Corcito en el cine, elaborando escenografías en un par de películas claves de la filmografía nacional: Vámonos con Pancho Villa y Las mujeres mandan, ambas de Fernando de Fuentes. Resaltó también su labor muralística en el Sindicato de Cinematografistas, donde realizó su primer fresco, que fue destruido y ahora recreado fielmente en el Museo Amparo, a partir de una fotografía de periódico.
Luisa Barrios mencionó además la labor docente de El Corcito en el taller de maquetas del Instituto Politécnico Nacional y en La Esmeralda, de la que fue el director fundador en 1943 –donde consolidó su estrecha amistad con Frida Kahlo–, a la par de trabajar de escenógrafo y diseñador de vestuario para teatro y danza, al lado del dramaturgo Rodolfo Usigli y las bailarinas y coreógrafas Ana Sokolow y Nellie Campobello.
Para los curadores Dafne Cruz Porchini y Luis Vargas, la exposición El Corcito, montajes y escenas del México moderno da las claves, a través de la arquitectura, el cine, el teatro y la danza, para entender la importancia y legado artístico de Antonio Ruiz.
“Pensamos en hacer una lectura interdisciplinaria; es decir, el diálogo que tuvo El Corcito no sólo con la pintura mural, sino con la escenografía, la arquitectura y el cine”, refirió la coordinadora de posgrado en historia del arte del IIE.
Así, confió que obras como La Malinche dejan ver los elementos del México moderno y la forma en que El Corcito capturó a detalle la realidad, los personajes y las situaciones de su tiempo. También dejamos ver la conformación de una comunidad científica y cultural en el México de los años 20, 30 y 40 del siglo anterior, en la que estuvo muy inmerso
Antonio Ruiz, quien debe su apelativo a su parecido físico con el torero español El Corzo.
Por tanto, en la exposición del Museo Amparo, más que un recorrido cronológico, lo que se busca es problematizar, a través de seis núcleos temáticos (Teatros y escenografías, Universos femeninos, Vestuarios, Personajes del México Moderno, Producción mural y La mirada cinematográfica), la producción general de Antonio Ruiz, fallecido el 9 de octubre de 1964, tras una larga enfermedad.
La muestra, que es una producción nacional realizada con el estímulo fiscal Efiartes y con apoyo de editorial Delti y Pinturas Osel, permanecerá hasta el 4 de noviembre en las salas de la planta baja del Museo Amparo (2 Sur 708, Centro Histórico de Puebla).
A la par será presentado un libro homónimo editado por el recinto y el IIE.
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