La edad no parece afectar en lo absoluto a sir Paul McCartney. Por la tarde, salió de su hotel sobre Avenida Paseo de la Reforma en una camioneta, relajado y con la ventanilla abajo, saludando a sus fans sin temor a que alguno se le lanzara.
Y por la noche, bailaba “Can’t buy me love” ante 58 mil personas como si fuera la primera vez que pisaba una tarima.
En movimiento y sonriente, de rostro tranquilo y voz suave, como siempre. Sí, con algunos signos de una garganta por la que han pasado los años, pero igual de melódica que en los inicios de los 60.
Esta vez pasó sólo un año para que Paul regresara a la Ciudad de México en la segunda vuelta de su “Got back tour“: la primera en 2023, con dos fechas, y ahora un par más —además, este domingo estará en el Festival Corona Capital—.
El entusiasmo fue el mismo, pero, como siempre, el ex-Beatle buscó innovar, ahora desde la producción del escenario, con una iluminación que enmarcaba su silueta al ritmo de la batería; más luces en el techo, con lámparas que llegaban hasta la grada más lejana al público, como si con eso alcanzara a los fans más apartados de él.
“¡Qué onda, chilangos!”, dijo Paul demostrando su tropicalismo en el país como lo ha hecho en otros escenarios, como Brasil y Colombia, al principio de este mes.
A esa frase le sumó un gesto muy familiar para los mexicanos: moviendo la mano de arriba hacia abajo, como sorprendido, cuestionándose, como si no fuera posible, cómo logró llenar por tercera vez consecutiva ese lugar.
El público agradeció con gritos el intento del británico por hablar en español, algo que es común entre todos los artistas que visitan México, pero Paul rompió un poco los convencionalismos y después de interpretar “Drive my car”, siguió:
“México, muchas gracias. Esta noche voy a hablar un poquito de español. Está padre estar aquí de nuevo, padrísimo”, subrayó tratando de usar palabras diferentes, feliz y moviendo su cabellera todavía larga pero canosa.
“¡Fiesta!”, insistió McCartney gritando. Luego continuó bailando con ese paso que lo caracterizó junto a The Beatles, moviendo ligeramente las caderas y doblando un poco la rodilla de la pierna derecha como brincoteando levemente con su bajo amaderado.
“Olé, olé, olé, olé, sir Paul, sir Paul”, empezó a cimbrar el estadio, con el ex-Beatle integrándose al grito masivo tocando su guitarra.
A partir de ese momento Paul se quitó el saco de un solo movimiento, como invitando al público a seguir celebrando. Detrás del escenario salieron cientos de drones que comenzaron a formar decenas de formas con distintos colores en el cielo, dibujando signos de amor, pero también remolinos, flores, y otras formas abstractas que sorprendieron a todo el público, todo mientras él comenzó a cantar “Let ‘em in”, de su etapa con The Wings, y después “Getting better”.
Paul, al piano, dedicó a su esposa Nancy Shevell “My Valentine”. El cantante siguió con “Now and then” (nuevo tema de The Beatles) y prometía más, con canciones como “Hey Jude” y “The end”, con la que acabaría el concierto.